domingo, 7 de marzo de 2010

Confianza renovada en San José


“¡Acudid a José!”, frase que pronunció hace cerca de cuatro mil años el Faraón de Egipto (Gen. 41,55), se cumplió por una vez en los siete años de hambruna cuando por la visión del hijo de Jacob se dio por su medio alimento tanto a egipcios como a israelitas. Pero, más tarde, y en torno al mismo Dios hecho hombre, Jesús de Nazareth, hubo otro José, esposo de María, que con su honesto trabajo proporcionó alimento y protección a esas extraordinarias personas, y quién luego, a través de los siglos, sigue siendo providente intercesor para quienes lo invocamos con filial confianza.

Todo el mes de marzo está dedicado en la Iglesia Católica a rendir homenaje a San José, padre nutricio de Jesús, con no desfalleciente devoción de millares y millares de creyentes. La visible respuesta a las súplicas que le presentamos sus devotos, ante las más distintas necesidades, hace que gentes de todas las categorías sociales acudan a él seguros de ser atendidos, y que busquemos en él un modelo de fe y de honestidad con admirable ejemplo de respuesta a una vocación.

En la multifacética enseñanza del gran Pontífice Juan Pablo II no podía faltar una Exhortación Apostólica como la “Custodio del Redentor”, dedicada a San José, esposo de María Santísima, a quien tanta devoción tuvo ese admirable Vicario de Cristo en la tierra. Esta Exhortación fue dada por este Papa en el Centenario de la Encíclica de León XIII “Quam Pluries”, dedicada también a la devoción y culto a San José. Los títulos no más de los capítulos de la Exhortación nos ponen de presente aspectos de la importante personalidad de este “varón justo” como lo llama del Evangelio (Mt. 1,19). Destaca primero el Papa “el marco evangélico” en el que aparece como especial protagonista San José; pasa luego a mostrar cómo fue “el depositario del misterio de Dios”; destacándolo enseguida como “el varón justo y dignísimo esposo”; admirable también por haber convertido “el trabajo en expresión del amor”: destacándose por su vivir admirable como “el primero en vida interior”; constituido como Patrono de la Iglesia universal, título que le diera Pío IX (1870).

Almas selectas como la gran Teresa de Ávila decía con la vehemencia de su estilo: “Es cosa que espanta las grandes mercedes que me ha hecho Dios por medio de este bienaventurado Santo… No recuerdo haberle suplicado cosa que la haya dejado de hacer”. También es de advertir que al querer responder al reclamo de oraciones apropiadas para acudir a San José aparecen los títulos por los que se le invoca y las circunstancias, en las que se reclama su presencia. Se invoca, entre otros más aspectos, como: patrono de la vida interior; intercesor por las vocaciones sacerdotales y religiosas; custodio de las familias; patrono celeste del trabajo; defensor de la castidad y apoyo para una vida pura; seguro compañero de una santa vida para llegar luego a una santa muerte similar a la suya, acompañados por Jesús y María, que estuvieron a su lado en su partida para la eternidad.

En los avatares de épocas como la presente, con tantas dificultades y gran descenso en el campo espiritual, en consciente búsqueda de desiertos y laberintos morales en lo personal y familiar, cómo surge de nuevo, muy oportuna, la devoción a San José como segura ayuda de este intercesor para obtener cuanto más necesitamos. Bien está oír la voz del Padre celeste y de su Hijo hecho hombre: “Acudid a José”.

ADENDA: Que San José “artesano de Nazareth”, reciba en el cielo al “artesano de la mejor música colombiana”, Jorge Villamil. ¡Adiós amigo Jorge, María y José, amigos tuyos, te reciban entre arpegios de música en el cielo!
* Presidente del Tribunal Eclesiástico Nacional


domingo, 21 de febrero de 2010

La Justicia de Dios


"Cada año, con ocasión de la Cuaresma, la Iglesia nos invita a una sincera revisión de nuestra vida a la luz de las enseñanzas evangélicas. Este año quiero proponeros algunas reflexiones sobre el vasto tema de la justicia, partiendo de la afirmación paulina: La justicia de Dios se ha manifestado por la fe en Jesucristo (cf. Rm 3,21-22).

Me detengo, en primer lugar, en el significado de la palabra "justicia", que en el lenguaje común implica "dar a cada uno lo suyo" - "dare cuique suum", según la famosa expresión de Ulpiano, un jurista romano del siglo III. Sin embargo, esta clásica definición no aclara en realidad en qué consiste "lo suyo" que hay que asegurar a cada uno. Aquello de lo que el hombre tiene más necesidad no se le puede garantizar por ley. Para gozar de una existencia en plenitud, necesita algo más íntimo que se le puede conceder sólo gratuitamente: podríamos decir que el hombre vive del amor que sólo Dios, que lo ha creado a su imagen y semejanza, puede comunicarle. Los bienes materiales ciertamente son útiles y necesarios (es más, Jesús mismo se preocupó de curar a los enfermos, de dar de comer a la multitud que lo seguía y sin duda condena la indiferencia que también hoy provoca la muerte de centenares de millones de seres humanos por falta de alimentos, de agua y de medicinas), pero la justicia "distributiva" no proporciona al ser humano todo "lo suyo" que le corresponde. Este, además del pan y más que el pan, necesita a Dios. Observa san Agustín: si "la justicia es la virtud que distribuye a cada uno lo suyo... no es justicia humana la que aparta al hombre del verdadero Dios" (De Civitate Dei, XIX, 21).

"El evangelista Marcos refiere las siguientes palabras de Jesús, que se sitúan en el debate de aquel tiempo sobre lo que es puro y lo que es impuro: "Nada hay fuera del hombre que, entrando en él, pueda contaminarle; sino lo que sale del hombre, eso es lo que contamina al hombre... Lo que sale del hombre, eso es lo que contamina al hombre. Porque de dentro, del corazón de los hombres, salen las intenciones malas" (Mc 7,15. 20-21). Más allá de la cuestión inmediata relativa a los alimentos, podemos ver en la reacción de los fariseos una tentación permanente del hombre: la de identificar el origen del mal en una causa exterior. Muchas de las ideologías modernas tienen, si nos fijamos bien, este presupuesto: dado que la injusticia viene "de fuera", para que reine la justicia es suficiente con eliminar las causas exteriores que impiden su puesta en práctica. Esta manera de pensar -advierte Jesús- es ingenua y miope. La injusticia, fruto del mal, no tiene raíces exclusivamente externas; tiene su origen en el corazón humano, donde se encuentra el germen de una misteriosa convivencia con el mal. Lo reconoce amargamente el salmista: "Mira, en la culpa nací, pecador me concibió mi madre" (Sal 51,7). Sí, el hombre es frágil a causa de un impulso profundo, que lo mortifica en la capacidad de entrar en comunión con el prójimo.

Abierto por naturaleza al libre flujo del compartir, siente dentro de sí una extraña fuerza de gravedad que lo lleva a replegarse en sí mismo, a imponerse por encima de los demás y contra ellos: es el egoísmo, consecuencia de la culpa original. Adán y Eva, seducidos por la mentira de Satanás, aferrando el misterioso fruto en contra del mandamiento divino, sustituyeron la lógica del confiar en el Amor por la de la sospecha y la competición; la lógica del recibir, del esperar confiado los dones del Otro, por la lógica ansiosa del aferrar y del actuar por su cuenta (cf. Gn 3,1-6), experimentando como resultado un sentimiento de inquietud y de incertidumbre. ¿Cómo puede el hombre librarse de este impulso egoísta y abrirse al amor?

En el corazón de la sabiduría de Israel encontramos un vínculo profundo entre la fe en el Dios que "levanta del polvo al desvalido" (Sal 113,7) y la justicia para con el prójimo. Lo expresa bien la misma palabra que en hebreo indica la virtud de la justicia: sedaqad. En efecto, sedaqad significa, por una parte, aceptación plena de la voluntad del Dios de Israel; por otra, equidad con el prójimo (cf. Ex 20,12-17), en especial con el pobre, el forastero, el huérfano y la viuda (cf. Dt 10,18-19). Pero los dos significados están relacionados, porque dar al pobre, para el israelita, no es otra cosa que dar a Dios, que se ha apiadado de la miseria de su pueblo, lo que le debe. No es casualidad que el don de las tablas de la Ley a Moisés, en el monte Sinaí, suceda después del paso del Mar Rojo. Es decir, escuchar la Ley presupone la fe en el Dios que ha sido el primero en "escuchar el clamor" de su pueblo y "ha bajado para librarle de la mano de los egipcios" (cf. Ex 3,8). Dios está atento al grito del desdichado y como respuesta pide que se le escuche: pide justicia con el pobre (cf. Si 4,4-5.8-9), el forastero (cf. Ex 20,22), el esclavo (cf. Dt 15,12-18). Por lo tanto, para entrar en la justicia es necesario salir de esa ilusión de autosuficiencia, del profundo estado de cerrazón, que es el origen de nuestra injusticia. En otras palabras, es necesario un "éxodo" más profundo que el que Dios obró con Moisés, una liberación del corazón, que la palabra de la Ley, por sí sola, no tiene el poder de realizar. ¿Existe, pues, esperanza de justicia para el hombre?

El anuncio cristiano responde positivamente a la sed de justicia del hombre, como afirma el Apóstol Pablo en la Carta a los Romanos: "Ahora, independientemente de la ley, la justicia de Dios se ha manifestado... por la fe en Jesucristo, para todos los que creen, pues no hay diferencia alguna; todos pecaron y están privados de la gloria de Dios, y son justificados por el don de su gracia, en virtud de la redención realizada en Cristo Jesús, a quien exhibió Dios como instrumento de propiciación por su propia sangre, mediante la fe, para mostrar su justicia (Rm 3,21-25).

¿Cuál es, pues, la justicia de Cristo? Es, ante todo, la justicia que viene de la gracia, donde no es el hombre que repara, se cura a sí mismo y a los demás.
El hecho de que la "propiciación" tenga lugar en la "sangre" de Jesús significa que no son los sacrificios del hombre los que le libran del peso de las culpas, sino el gesto del amor de Dios que se abre hasta el extremo, hasta aceptar en sí mismo la "maldición" que corresponde al hombre, a fin de transmitirle en cambio la "bendición" que corresponde a Dios (cf. Ga 3,13-14). Pero esto suscita en seguida una objeción: ¿qué justicia existe dónde el justo muere en lugar del culpable y el culpable recibe en cambio la bendición que corresponde al justo? Cada uno no recibe de este modo lo contrario de "lo suyo"? En realidad, aquí se manifiesta la justicia divina, profundamente distinta de la humana. Dios ha pagado por nosotros en su Hijo el precio del rescate, un precio verdaderamente exorbitante. Frente a la justicia de la Cruz, el hombre se puede rebelar, porque pone de manifiesto que el hombre no es un ser autárquico, sino que necesita de Otro para ser plenamente él mismo. Convertirse a Cristo, creer en el Evangelio, significa precisamente esto: salir de la ilusión de la autosuficiencia para descubrir y aceptar la propia indigencia, indigencia de los demás y de Dios, exigencia de su perdón y de su amistad.

Se entiende, entonces, como la fe no es un hecho natural, cómodo, obvio: hace falta humildad para aceptar tener necesidad de Otro que me libere de lo "mío", para darme gratuitamente lo "suyo". Esto sucede especialmente en los sacramentos de la Penitencia y de la Eucaristía. Gracias a la acción de Cristo, nosotros podemos entrar en la justicia "más grande", que es la del amor (cf. Rm 13,8-10), la justicia de quien en cualquier caso se siente siempre más deudor que acreedor, porque ha recibido más de lo que podía esperar.

Precisamente por la fuerza de esta experiencia, el cristiano se ve impulsado a contribuir a la formación de sociedades justas, donde todos reciban lo necesario para vivir según su propia dignidad de hombres y donde la justicia sea vivificada por el amor.

Queridos hermanos y hermanas, la Cuaresma culmina en el Triduo Pascual, en el que este año volveremos a celebrar la justicia divina, que es plenitud de caridad, de don y de salvación. Que este tiempo penitencial sea para todos los cristianos un tiempo de auténtica conversión y de intenso conocimiento del misterio de Cristo, que vino para cumplir toda justicia. Con estos sentimientos, os imparto a todos de corazón la bendición apostólica".


domingo, 7 de febrero de 2010

Dios necesita de los hombres


Domingo 5o. del Tiempo Ordinario. El misterio de la libre y gratuita elección de Dios permea las tres lecturas litúrgicas. Isaías es elegido durante una acción litúrgica en el templo de Jerusalén: "Oí la voz del Señor que me decía: ¿A quién enviaré? (primera lectura, Is 6, 1-8). Pedro, por su parte, percibe la elección divina en medio de su oficio de pescador: "No temas, desde ahora serás pescador de hombres" (Evangelio Lc 5, 1-11). Finalmente, Pablo evoca la aparición de Jesús resucitado, camino de Damasco, a él, "el menor de los apóstoles...pero por la gracia de Dios soy lo que soy" (segunda lectura, 1 Cor 15, 1-11).

Sólo un Dios libre puede apelar a la libertad del hombre. Sólo si Dios es libre, se puede hablar de elección, no de coacción. Los textos litúrgicos atestiguan la libertad divina en la elección de los hombres. Dios es libérrimo para elegir a la persona que quiera. Dios es libérrimo para elegir en el modo y en el tiempo que desee.

El único Salvador es Dios, pero los hombres son sus manos para distribuirla a todos los que la pidan, son sus labios para predicarla en las miles de lenguas de nuestro planeta , son sus pies para llevarla a todos los rincones de la tierra, sobre todo allí donde todavía no la conocen, aunque la anhelen vivamente. ¡Es un gesto imponente de la condescendencia de Dios para con la humanidad, de su infinito amor hasta rebajarse a ser mendigo del hombre!

Dios apela libremente a hombres dotados de libertad, una libertad que Él nos ha dado al crearnos y que debemos ejercitar para ser idénticos, para ser verdaderamente hombres. Dios no fuerza al hombre, ni lo hará jamás, a ser y comportarse como tal. El hombre puede usar su libertad para degradarse como las bestias, para renegar del mismo Dios que le dio la vida, para construir su existencia sobre el egocentrismo, para vivir sin esperanza. Ese tal no está disponible ante la libertad de Dios. Dios quiere que se realice como hombre, que se haga hombre, y él no está disponible, prefiere revolcarse en el lodazal de los cuadrúpedos. Dios le llama a construir su existencia y su felicidad sobre la entrega, la donación de sí, pero él no está disponible, no tiene oídos sino para las sirenas encantadoras de su ego, que le atraen y sofocan en él todo altruísmo, toda humana fraternidad. Dios quiere infundirle una esperanza de eternidad, de victoria de la vida sobre la muerte, y él tampoco está disponible, está tan apegado al tiempo y a la materia, que hasta considera impensable la eternidad, un más allá del tiempo, una vida feliz con Dios y con los hijos de Dios en el cielo. ¿Qué puedo hacer para estar siempre disponible para Dios, para que también otros estén igualmente disponibles? /Fuente: es.catholic.net


domingo, 31 de enero de 2010

La misión cristiana


Domingo 4o. del Tiempo Ordinario. Jesucristo, Jeremías, Pablo: Tres hombres con una única misión, cuyo vértice es Jesucristo, plenitud de la revelación y de la misión salvífica de Dios. En efecto, Jesús es el enviado del Padre para la salvación de los pobres pecadores, sin distinción alguna entre judíos y gentiles (Evangelio Lc 4, 21-30). La misión profética de Jesús está prefigurada en Jeremías, el gran profeta de Anatot durante el primer cuarto del siglo VI a.C, de cuya vocación y misión, en tiempos de la reforma religiosa del rey Josías y luego durante el asedio y la caída de Jerusalén, trata la primera lectura (Jer 1, 4-5.17-19). Pablo, segregado desde el seno de su madre, prolonga en el tiempo la misión profética de Jesús, poniendo el acento en el amor cristiano, como el carisma que relativiza todos los demás y que constituye la verdadera medida (1Cor 12, 31 - 13, 13).

Para el hombre, cualquiera que sea su circunstancia, toda propuesta que venga de Dios es una provocación, porque le saca de su rutina, de sus esquemas mentales, de su aurea mediocridad. Ser y vivir hoy como cristiano es también provocar, pero se trata de una provocación saludable. Hay que provocar inseguridad en la mentalidad, para que se realice una verdadera conversión, cambio de mentalidad, metanoia.

Hay que provocar con la "debilidad" de todo hombre, para que adquiera relevancia y sentido en toda vida humana la fuerza y el poder de Dios. Hay que provocar con las baratijas de felicidad que los hombres compran en el supermercado de la sociedad o de la cultura, para que abran los ojos a la auténtica felicidad que está en Dios y que Dios nos da. Hay que provocar al hombre en sus miserias y ruindades para qué tome conciencia de su grandeza como imagen de Dios, como hijo de Dios. Si el cristianismo no provoca ni sacude al hombre en su interior, es que ha perdido fuerza revulsiva y mordiente, es que ha perdido su razón de ser en la historia.

Un grave y frecuente error del hombre es confundir el contacto físico o la relación sexual, o el eros sentimental, con el amor, con el ágape. El amor cristiano no es un momento pasajero, epidérmico o sentimental, efímero como las hojas de otoño, insatisfactorio como todo "juego" egoísta y frecuentemente sensual. El amor cristiano reverbera corporal o sentimentalmente, pero su más pura esencia es interior, espiritual, divina. El amor cristiano es una actitud del alma que mide todo objeto, toda ciencia, toda relación, toda actividad, todo acontecimiento. ¿Es el amor cristiano la medida de tus relaciones con los demás, de tu vida familiar, de tu dinero, de tu trabajo o profesión, de tus diversiones? Si el amor es la medida de todo, la medida del amor es un amor sin medida. ¡Cuánto queda todavía por hacer!.


domingo, 24 de enero de 2010

sábado, 23 de enero de 2010

domingo, 10 de enero de 2010

ESPECIALES CON THAYLING - Testimonio de Vida de Leonardo Ordoñez (1/3)




ESPECIALES CON THAYLING - Testimonio de Vida de Leonardo Ordoñez (2/3)




ESPECIALES CON THAYLING - Testimonio de Vida de Leonardo Ordoñez (3/3)




Los Reyes Magos


Según una de las más bellas y fecundas tradiciones, Melchor, Gaspar y Baltasar, tres magos que representaban los tres mundos entonces conocidos: el europeo, el asiático y el africano, fueron a adorar a Jesús recién nacido y le ofrecieron sus dones.

Melchor era, según la tradición conservada y transmitida por san Beda el Venerable, un anciano de blancos cabellos y barba larga que ofreció a Jesús oro, como señal de reconocimiento de su realeza. En cuanto al nombre, Melki-or, "rey de la luz", hay quien supone que se lo dio la tradición en su calidad de representante de los pueblos del Mediodía, egipcios y etíopes, hijos de Kam. Gaspar representaba a los descendientes de Jafet. "Joven, lampiño y rubio", según la descripción de Beda. Cuenta la tradición que unió su suerte durante el resto de su vida a la de Melchor y Baltasar y que les sobrevivió a ambos, alcanzando la edad de 109 años. Otras tradiciones sostienen que los tres sufrieron el martirio. Baltasar (del hebreo Belsha'tstsar, que significa el dios Bel protegerá al rey) representaba a los descendientes de Sem (semitas). Era "negro y de espesa barba", según Beda. La riquísima iconografía sobre la Adoración de los Magos o Epifanía empieza en las catacumbas, con trece representaciones, y continuará en el románico, llegando a convertirse en el tema más frecuente a lo largo del gótico, el renacimiento y el barroco.

Los Reyes Magos son personajes reales, de cuya existencia nos da cuenta el Evangelio: "He aquí que unos magos de Oriente llegaron a Jerusalén diciendo: ¿Dónde está el recién nacido rey de los judíos?... Y he aquí que la estrella que habían visto en Oriente, iba delante de ellos, hasta posarse encima de donde estaba el niño. Al ver la estrella tuvieron un gozo indecible. Entraron en la casa y encontraron al niño con María su madre, e inclinándose le adoraron. Y abriendo sus tesoros, le ofrecieron oro, incienso y mirra." (Mateo 2, 1-12). Las más antiguas tradiciones, fijaron en tres su número y les dieron el rango de reyes. Es muy verosímil que fuesen da casta sacerdotal, dedicados a la ciencia, en especial a la astronomía, y que procedieran de Persia o Babilonia, donde a causa de las deportaciones eran conocidas las creencias de los judíos y su espera del Mesías.

La piadosa tradición cuenta que los Magos fueron instruidos en la fe por Santo Tomás apóstol y que murieron mártires. En tiempos de Constantino se trasladaron sus restos de Palestina a Constantinopla y de ahí a Milán, de donde los sacó el emperador Federico Barbarroja en 1164 para regalárselos al obispo de Colonia, quien construyó sobre ellos una preciosa catedral, el más bello monumento de la arquitectura ojival.

El mayor regalo que han hecho los Reyes Magos a la humanidad, es haberse convertido en la gran estrella que ilumina y revive nuestra infancia año tras año.


lunes, 29 de junio de 2009

domingo, 28 de junio de 2009

Monseñor Jaime Prieto Amaya celebró fiestas patronales


Los días 13 y 14 de junio Monseñor Jaime Prieto Amaya celebró las fiestas patronales de diversas parroquias de los municipios de Cúcuta y El Zulia. A continuación se describirá los momentos de cada celebración

Fiestas Patronales en el Zulia

Fue celebrada por Monseñor Jaime Prieto Amaya y concelebrada por párroco Freddy Celis y el diácono Oscar Pérez, el sábado 13 de junio, a las 11:30 de la mañana en la Parroquia San Antonio de Padua. Los Habitantes del Sector recibieron con papayera, pancartas y fuegos pirotécnicos, al Prelado.

Clausura de Fiestas Patronales San Antonio de Padua en Cúcuta

La clausura de las fiestas patronales de San Antonio de Padua estuvo a cargo de Monseñor Jaime Prieto y la concelebración del Presbítero Humberto Nieto el sábado 13 de junio a las 7:00 de la noche, en la iglesia que lleva el nombre de esta Santidad. A dicha ceremonia asistieron centenares de fieles donde recibieron un manjar(pan) como parte de la misma, con el objetivo de resaltar el milagro de esta Santidad en su existencia terrenal.

Fiesta Patronal Sagrada Eucaristía en Cúcuta

El pasado domingo 14 a las 10:00 de la mañana la comunidad de la Parroquia Sagrada Eucaristía del barrio Carlos Ramírez Paris, celebró la fiesta patronal de esta santidad, día en el cual se festeja a nivel mundial la solemnidad del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo. Dicha ceremonia estuvo presidida por Monseñor Jaime Prieto Amaya y concelebrada por el párroco Benedicto Bacca. Fiesta patronal de Santo Domingo Savio Este domingo 14 de junio en la parroquia Santo Domingo Savio se vivió la celebración de la Fiesta Patronal de esta Santidad mediante una eucaristía principal a cargo de Monseñor Jaime Prieto y concelebrada por el Presbítero de esta parroquia Cesar Prato. Dicha fiesta contó con tres misas a más en horas de la mañana y tarde a cargo del Presb. Prato, donde se llevaron a cabo las primeras comuniones de los niños del sector, la bendición de los vitrales y una serenata de música religiosa a cargo del maestro Rafael Pineda.


Entidades gubernamentales hicieron donación al Banco de alimentos


Consientes del trabajo que realiza la Pastoral Social de la Diócesis de Cúcuta, Cospas, para combatir el hambre que existe en nuestras comunidades, la Secretaría de Hacienda Departamental, los días 18 de mayo y 20 de junio, en cabeza del Doctor Martín Martínez y su grupo de trabajo, donaron al Banco de Alimentos Diocesano 4479 kilos de carne en canal, los cuales beneficiarán a un gran número de la población infantil, a través de 110 comedores (aproximadamente a 9400 niños, niñas y adolescentes), 16 asociaciones de madres cabeza de hogar de la tercera edad, discapacitados(200 familias) y muchos hogares vulnerables y en condición de desplazamiento.

130 kilos de esta carne se distribuyeron a las hermanas de la Caridad “Madre Teresa de Calcuta” ubicadas en el barrio Torcoroma de esta ciudad, quienes apoyan la hermosa obra de brindar asistencia a los ancianos.

La Corporación de Pastoral Social de la Diócesis de Cúcuta y las comunidades favorecidas agradecen a la Secretaría de Hacienda Departamental el aporte a esta loable obra e invitan a otras instituciones vincularse en la gestión de la lucha contra el hambre y desnutrición de la población más necesitada de nuestra región.


El poder de la fe se llama caridad


Domingo 13o. del Tiempo Ordinario. El punto de convergencia de las lecturas se sitúa en la potencia de la fe. En el Evangelio (Mc 5, 21-43) a la incapacidad de los médicos para curar a la hemorroísa responde la fuerza curativa de la fe en Jesús; a la potencia de la muerte que se ha impuesto a la vida de la hija de Jairo responde un poder mayor de Cristo para volverla a la vida en virtud de la fe. Estos dos ejemplos evangélicos evidencian que Dios (y Jesús, Mesías e Hijo de Dios) no ha creado la muerte, sino que Él es El Señor de la vida (primera lectura, Sab 1, 13-15; 2, 23-24) y tiene, por tanto, poder sobre la misma muerte. La fuerza de la fe y el poder de Dios se manifiestan en la vida de los cristianos, pues gracias a la potencia de la fe son capaces de superar barreras étnicas y culturales, y expresar su caridad fraterna a los hermanos de Judea mediante la colecta (segunda lectura, 2Cor 8, 7.9.13-15).

El poder de la muerte es universal. Es un poder inquietante, que suscita preocupación, angustia. Es un grande interrogante clavado en el corazón de la historia: ¿Quiere Dios la muerte del hombre? ¿Tiene la muerte la última palabra? ¿Tiene algún sentido el morir? Un esbozo de respuesta hallamos en la liturgia de hoy.

La muerte, no como paso de un estado de vida a otro, sino como pérdida de la relación con la fuente de la vida que es Dios, como ladrón que nos arranca violentamente el tesoro de la vida, no tiene en Dios su origen, sino que ha entrado en el mundo por envidia del diablo. La carga de angustia, de desesperación, de nihilismo que la muerte trae sobre sus hombros, proviene del enemigo de Dios y del hombre, del enemigo de la vida, que es el demonio.

El Evangelio presenta un altísimo contraste entre la incapacidad humana ante la enfermedad y la muerte, por un lado, y por otro la fuerza impresionante de la fe.

"La fe actúa mediante la caridad", nos dice san Pablo. La fe crea la solidaridad. Gracias a Dios, en la conciencia colectiva de nuestro tiempo, hay una sensibilidad mayor para con las necesidades de nuestros hermanos cristianos, y de todos los hombres. En este año jubilar, bienvenida sea la internacional de la solidaridad de los cristianos presentes en los gobiernos y en los parlamentos, para condonar en parte o totalmente la deuda externa de muchos países sobre todo de Africa y de América Latina. Bienvenida sea la internacional de la caridad entre los mismos cristianos, de modo que en lugar de aumentarse la distancia entre ricos y pobres se vea poco a poco disminuida. Es ya mucho lo que se hace, iluminados por la fe, en el campo de la solidaridad. Queda muchísimo por hacer. ¿Qué puedo hacer yo? /Fuente: Catholic.net


sábado, 2 de febrero de 2008

La presentación de Jesus en el templo

El relato de este hermoso hecho lo podemos leer en San lucas, Capítulo 2, vs. 22-39.

La Ley de Moisés mandaba que a los 40 días de nacido un niño fuera presentado en el templo. Hoy dos de febrero se cumplen los 40 días, contando desde el 25 de diciembre, fecha en la que celebramos el nacimiento de Jesús.

Los católicos hemos tenido la hermosa costumbre de llevar los niños al templo para presentarlos ante Nuestro Señor y la Santísima Virgen. Esta es una costumbre que tiene sus raíces en la Santa Biblia. Cuando hacemos la presentación de nuestros niños en el templo, estamos recordando lo que José y María hicieron con el Niño Jesús.

viernes, 1 de febrero de 2008

San Raul, Santa Emma y Santa Alicia

Su nombre significa: "Consejero valiente".

Fue un monje muy fervoroso enviado por San Bernardo en el año 1132 a fundar el famoso monasterio del Valle de las Celdas, al norte de Francia, en Cambray. Allí estuvo de superior por veinte años y con sus monjes se dedicó a la oración, a la lectura de los libros sagrados y a enseñar a los campesinos a cultivar técnicamente los campos.

Recomendaba que las oraciones que más debemos repetir cada día son: Miserere: o sea Señor ten piedad, perdón Señor que soy un pecador. Y Aleluya, Tedeum: o sea: Gracias a Dios. Bendito sea Dios.

San Raul, Santa Emma y Santa Alicia

jueves, 31 de enero de 2008

San Juan Bosco

Era natural de la aldea de los Becchi, a 25 kilómetros de Turín. En esta historia no puede faltar la figura de la madre, Margarita, mujer incomparable, que educó a sus hijos en la pobreza y fortaleza del más alto nivel.

Cuando era jovencito, Juan iba con su madre al mercado a vender los productos del campo. Era un mozarrón despierto y vigoroso que aún no sabía leer.

En esto, se le ocurre ser sacerdote. Y para iniciar sus experiencias, atrae los domingos a la gente junto a su casa, en un predio donde crecían dos perales. Allí hace de saltimbanqui y prestidigitador. Así entretiene santamente a todos los convecinos.

San Juan Bosco

miércoles, 30 de enero de 2008

San Fulgencio de Ruspe

Nace en Cartago, Africa, hacia el año 468.

Fulgencio significa: resplandeciente, brillante.

Aprendió a hablar perfectamente el griego y el latín y resultó ser un excelente administrador. Por eso fue nombrado tesorero general de la provincia donde vivía. Pero alarmado ante los peligros de pecar que hay en el mundo, y desilusionado de lo que lo material promete y no cumple, dispuso dedicarse a la vida espiritual.

Lo conmovió profundamente el leer un sermón que San Agustín hizo acerca del bellísimo Salmo 36 que dice: "No envidies a los que se dedican a obrar mal, porque ellos se secarán pronto como la hierba. Dedícate a hacer el bien y a confiar en el Señor, y El te dará lo que pide tu corazón". Desde entonces se dedicó a leer libros espirituales, a orar, a visitar templos y a mortificarse en el comer y en el beber.

San Fulgencio de Ruspe

martes, 29 de enero de 2008

San Pedro Nolasco

Nació cerca de Barcelona, España, hacia 1189.

A los 15 años quedó huérfano de padre, y dueño de grandes posesiones. La madre le colaboró en todos sus deseos de hacer el bien y de obtener santidad.

Estando en edad de casarse hizo una peregrinación a la Virgen de Monserrat y allí se puso a pensar que las vanidades del mundo pasan muy pronto y no dejan sino insatisfacción y que en cambio lo que se hace para la vida eterna dura para siempre. Entonces promedió a la Virgen mantenerse puro y se le ocurrió una idea que iba a ser de gran provecho para muchas gentes.

San Pedro Nolasco

lunes, 28 de enero de 2008

Santo Tomás de Aquino

Nace en el Castillo de Rocaseca, cerca de Nápoles, Italia, en 1225.

Es el último hijo varón de una numerosa familia de doce hijos. Su padre se llamaba Landulfo de Aquino.

Alto, grueso, bien proporcionado, frente despejada, porte distinguido, una gran amabilidad en el trato, y mucha delicadeza de sentimientos.

Cerca del Castillo donde nació estaba el famoso convento de los monjes Benedictinos llamado Monte Casino. Allí lo llevaron a hacer sus primeros años de estudios.

Santo Tomás de Aquino