domingo, 29 de agosto de 2010

Recordando a Monseñor Jaime Prieto Amaya





Como defensor de los derechos humanos y un ilustre miembro de la Iglesia será recordado monseñor Jaime Prieto Amaya, fallecido en la noche del miércoles en Bogotá. Prieto se desempeñaba desde febrero de 2009 como obispo de Cúcuta, en Norte de Santander. Estudió bachillerato en el Seminario Menor de Bogotá, y Filosofía y Teología en el Seminario Conciliar Mayor de la capital. Tomó cursos de Sociología Pastoral en el Centro Internacional de Sociología de Roma y era licenciado en Ciencias Sociales del Instituto Católico de París. El 14 de agosto de 1965 fue ordenado sacerdote en la diócesis de Facatativá. Antes de ser nombrado cabeza de la Iglesia en Cúcuta por Benedicto XVI, trabajó durante 15 años como obispo de Barrancabermeja (Santander), zona que estuvo plagada de paramilitares y guerrilleros. Allí se enfrentó con entereza y paciencia a la realidad del conflicto. Por eso mismo se destacó como un gran conciliador en medio de la violencia. Fue presidente de la junta directiva del Consorcio Desarrollo y Paz para el Magdalena Medio, de la Comisión Episcopal de Seguimiento del Proceso de Paz con el Ejército de Liberación Nacional (ELN) y de la Mesa Departamental por la Paz. El insigne eclesiástico murió a los 69 años en la Clínica Colombia de Colsánitas, donde se encontraba hospitalizado hace dos semanas. Sin duda, la Iglesia pierde a uno de sus grandes representantes y a un hombre que se supo ganar el respeto y el cariño de las comunidades con las que trabajó.


domingo, 1 de agosto de 2010

Mensaje del señor obispo de Cúcuta, monseñor Jaime Prieto Amaya


A mis queridos hermanos sacerdotes y seminaristas,

A mis queridas hermanas religiosas,

A mi equipo de gobierno diocesano,

A la Curia diocesana, comisiones, animadores de los diferentes oficios diocesanos.

A todo este querido pueblo de Dios reunido en la Iglesia Particular que el Señor me ha confiado, que tanto ha orado por su Pastor, en su lecho de enfermo, que me llaman permanentemente. Salud y bendiciones en el Señor Jesús y en su Santísima Madre la virgen María.

Voy a contarles una historia de familia que he estado tentado a repetir. Hace más de 25 años mi papá Rogelio volvió a enfermar de cierta gravedad y tuvimos que llevarlo de urgencias a la clínica del Seguro Social, en la 26 en Bogotá. A los quince días de estar hospitalizado, después de la visita, mis hermanos llaman de urgencia de la clínica para informarnos que no encontraron a mi papá. Inmediatamente retornaron mis hermanos y constataron que no estaba su ropa y sus elementos de aseo.

En fin había “huido” de la clínica. ¿Se enloqueció? ¿Qué pasó?. Estando en semejante incertidumbre un tío nuestro que vivía en el barrio la Soledad a unas quince cuadras de la clínica llamó para decirnos “Rogelio está aquí no se preocupen”. Cómo hizo para salirse, para recorrer tanta distancia, para orientarse etc… dejemos al Señor la respuesta.

¿Saben? he tenido la tentación de repetir esa hazaña quijotesca de mi papá, me siento ansioso lejos de los míos. Quiero estar pronto en mi Iglesia Particular. Me falta el Negro Caña y sus proyectos, me falta la sencillez y eficacia en el trabajo de Rafael Cárdenas, me faltan los conceptos filosóficos y prácticos de José Del Vecchio, los arrebatos de Juan Carlos Calderón y el juicio reposado y sabio de Carlos Simón, el comandante Daniel Bolívar y su disponibilidad a toda prueba, las secres de la curia cada una con su historia sagrada y patria, los niños de mi cuadra en Atalaya… ¡Ay! cómo me hacen de falta.

Se me vienen a borbotones frases de la Sagrada Escritura que tienen su pleno sentido: “Mis planes no son tus planes; mis proyectos no son tus proyectos.”

Hace quince días podía ya decir “todo está programado”, finalmente programado desde las fiestas patrias con la participación evangelizadora de la Iglesia hasta la fiesta de la fraternidad, la reunión de vicarios y decanos, la entrega de albas y el retiro del propedéutico, el diaconado de siete hermanos nuestros etc.

“Mis planes no son tus planes…” Qué cierto. Y desde ahí comienzo a construir desde la perspectiva de Dios. “Mi sacrificio es un espíritu quebrantado. Un corazón quebrantado y agobiado. Tu no lo desprecias” Y el Señor sigue rompiendo mi resistencia especialmente al miedo. “Vengan a mí todos los que están cansados y agobiados. No me tengan miedo. Yo los aliviaré”. Hasta que por fin he podido decirle con la humildad del leproso “Señor si quieres puedes curarme…” y ahí va metiéndome en la profundidad de su misterio, porque todavía queda mucho por hacer.

Yo tengo mis trucos y mientras el Señor me quiere mostrar su perspectiva inmensa de muerte y resurrección yo estoy diciéndole “Señor que bueno es quedarnos aquí.” Mira al horizonte me dice Jesús, no alcanzas a ver el gran misterio de muerte y resurrección, mientras no pases por ahí no vas a entrar en el misterio de Dios.

He aquí hermanos y hermanas mis dos perspectivas: una divina y otra humana. La divina es la nuestra, la de la oración, la de la cadena de oración de la cual voy comprendiendo toda su eficacia, la de la fe y la esperanza, la de la misericordia y la compasión, la del deber de la humildad y del amor. La segunda es la humana, dependiendo de las técnicas de un auténtico equipo de expertos que no me dejan campo sin analizar, hasta el fondo cada cambio, cada reacción.

Que el Señor los bendiga hermanos y hermanas nuestras.

+ JAIME PRIETO AMAYA

Obispo Diócesis de Cúcuta.

San José de Cúcuta, Julio 30 de 2010.