domingo, 7 de marzo de 2010

Confianza renovada en San José


“¡Acudid a José!”, frase que pronunció hace cerca de cuatro mil años el Faraón de Egipto (Gen. 41,55), se cumplió por una vez en los siete años de hambruna cuando por la visión del hijo de Jacob se dio por su medio alimento tanto a egipcios como a israelitas. Pero, más tarde, y en torno al mismo Dios hecho hombre, Jesús de Nazareth, hubo otro José, esposo de María, que con su honesto trabajo proporcionó alimento y protección a esas extraordinarias personas, y quién luego, a través de los siglos, sigue siendo providente intercesor para quienes lo invocamos con filial confianza.

Todo el mes de marzo está dedicado en la Iglesia Católica a rendir homenaje a San José, padre nutricio de Jesús, con no desfalleciente devoción de millares y millares de creyentes. La visible respuesta a las súplicas que le presentamos sus devotos, ante las más distintas necesidades, hace que gentes de todas las categorías sociales acudan a él seguros de ser atendidos, y que busquemos en él un modelo de fe y de honestidad con admirable ejemplo de respuesta a una vocación.

En la multifacética enseñanza del gran Pontífice Juan Pablo II no podía faltar una Exhortación Apostólica como la “Custodio del Redentor”, dedicada a San José, esposo de María Santísima, a quien tanta devoción tuvo ese admirable Vicario de Cristo en la tierra. Esta Exhortación fue dada por este Papa en el Centenario de la Encíclica de León XIII “Quam Pluries”, dedicada también a la devoción y culto a San José. Los títulos no más de los capítulos de la Exhortación nos ponen de presente aspectos de la importante personalidad de este “varón justo” como lo llama del Evangelio (Mt. 1,19). Destaca primero el Papa “el marco evangélico” en el que aparece como especial protagonista San José; pasa luego a mostrar cómo fue “el depositario del misterio de Dios”; destacándolo enseguida como “el varón justo y dignísimo esposo”; admirable también por haber convertido “el trabajo en expresión del amor”: destacándose por su vivir admirable como “el primero en vida interior”; constituido como Patrono de la Iglesia universal, título que le diera Pío IX (1870).

Almas selectas como la gran Teresa de Ávila decía con la vehemencia de su estilo: “Es cosa que espanta las grandes mercedes que me ha hecho Dios por medio de este bienaventurado Santo… No recuerdo haberle suplicado cosa que la haya dejado de hacer”. También es de advertir que al querer responder al reclamo de oraciones apropiadas para acudir a San José aparecen los títulos por los que se le invoca y las circunstancias, en las que se reclama su presencia. Se invoca, entre otros más aspectos, como: patrono de la vida interior; intercesor por las vocaciones sacerdotales y religiosas; custodio de las familias; patrono celeste del trabajo; defensor de la castidad y apoyo para una vida pura; seguro compañero de una santa vida para llegar luego a una santa muerte similar a la suya, acompañados por Jesús y María, que estuvieron a su lado en su partida para la eternidad.

En los avatares de épocas como la presente, con tantas dificultades y gran descenso en el campo espiritual, en consciente búsqueda de desiertos y laberintos morales en lo personal y familiar, cómo surge de nuevo, muy oportuna, la devoción a San José como segura ayuda de este intercesor para obtener cuanto más necesitamos. Bien está oír la voz del Padre celeste y de su Hijo hecho hombre: “Acudid a José”.

ADENDA: Que San José “artesano de Nazareth”, reciba en el cielo al “artesano de la mejor música colombiana”, Jorge Villamil. ¡Adiós amigo Jorge, María y José, amigos tuyos, te reciban entre arpegios de música en el cielo!
* Presidente del Tribunal Eclesiástico Nacional


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